sábado, 23 de noviembre de 2013

Marzo 22, 2011. Madrugada.



Estamos en México, juntos, contentos. Yo me siento muy alegre, pero me contengo un poco en mis demostraciones de afecto hacia ti; te beso apenas, tiernamente, tomo tu mano, te sonrío; tú sonríes también, tu expresión es serena, alegre pero no desbordada, físicamente se te observa delgada pero saludable.

Viajamos juntos hacia España, durante el vuelo apenas conversamos pero estamos bien el uno con el otro, sonreímos, nos tomamos de la mano, sobre todo, nos miramos. Al llegar a Madrid rentamos un auto que nos llevará a nuestro destino final: Alemania. Estamos aún en estado de ánimo tranquilo, sereno; aunque es claro el pasado que nos une no lo manifestamos, es una historia contada y entendida que no precisa externarse más. Al dirigirnos hacia Alemania conduzco de pronto sobre un camino muy estrecho, apenas da cabida a un auto, es un camino oscuro, con una hilera de árboles muy frondosos a cada lado del mismo, es de noche y las luces del auto dan una apariencia misteriosa al trazo; a ti y a mí nos divierte la situación, comentamos sobre la simetría de los árboles y bromeamos un poco sobre lo lúgubre del paisaje, pero no tenemos miedo, por el contrario, la situación nos divierte mucho; tú, sonríes un poco más y mientras lo haces yo te miro y reparo en lo bien que te ves, en lo tierno de tu aspecto con un abrigo largo y una mascada alrededor de tu cuello.

Llegamos finalmente a Alemania, a un hotel; es un hotel viejo, con decoración antigua pero muy bien cuidado, impecable. En el lobby nos atiende un hombre uniformado muy atento, me sonríe y me pide que me registre en un gran libro en el que me sorprende descubrir que no existen otros registros, el nuestro será el primero. Mientras tú observas los enormes cuadros que hay en el lobby yo escribo sólo mi nombre en ese libro: “Pepe Tapia”. El hombre me entrega una llave y cuando volteo hacia ti para dirigirnos a la habitación te veo con otro hombre, es un hombre alto, bien vestido, parece extranjero aunque habla español correctamente, me mantengo distante pero los observo mientras conversan, pareces estar un poco molesta con él; de pronto, él saca del bolso lateral de su saco un anillo, me doy cuenta que es un anillo de compromiso, que te está proponiendo en ese mismo momento; me sorprendo pero permanezco igual, observador.

Tú tomas el anillo y lo lanzas al piso pero sin violencia, es un gesto de rechazo que parece apropiado, que no lo desconcierta a él, ni a ti, ni a mí que sigo observando. El hombre no busca el anillo, simplemente toma tu mano y se alejan los dos juntos. Tú no me ves al irte, lo acompañas y desaparecen en los pasillos del hotel.

Permanezco unos minutos en el lobby, en la misma posición, pensativo, sorprendido porque aunque hubo rechazo de tu parte estás ahora con él, me siento triste pero no devastado. Decido entonces buscar la habitación que nos asignó el empleado del hotel, pregunto a varios camareros, doy vueltas y vueltas y no consigo llegar a ella, en ese trayecto, observo muchísima gente en el hotel, me parece raro dado que el libro de registros no contiene más que mi nombre; continúo buscando y en esos ires y venires te veo de pronto caminar, sola, sobre un pasillo que me es inaccesible, en sentido contrario al mío, tú me ves también, sonríes pero continúas tu andar…

martes, 12 de noviembre de 2013

Te soñé

Te soñé nuevamente, te morías ... ¡Sí! De nuevo, te morías, te ibas, te desvanecías.

¿Por qué te mueres tanto? ¿Por qué cada día? Te mueres en mi mesa, en mi espacio, en mis manos ... ¡Sí! En mis manos, de mis manos, te vas, te mueres, desapareces, te lloro y te lloro y te lloro y te sigues muriendo.

¿Hasta cuándo te morirás? ¿Cuántas veces se puede morir?

Así: te moriste, anoche, de nuevo, en mis sueños: ¿Por qué también en ese espacio? Los construyo, mis sueños, los forjo, te forjo, te doy rostro, voz, sonrisa, sustancia. Pero mueres, te deslizas...