sábado, 14 de marzo de 2015

Contigo, sin ti





Contigo cruzaré la oscuridad sendero en flor
por ti pronunciaré 
todo mi apego al sinrazón
podré cantar mi voz
gritar al mundo mi color
volar sobre tu amor
y estrellas dibujar

Contigo la ilusión
se posará en cada rincón
la noche velará todas mis voces al cantar
y brillaré por ti
y anunciaré mi credo al fin
resurgiré al hablar
poemas sin edad

Pero si tú no estas aquí
no hay senda en el andar
y la luna encontrará 
que su reflejo no es verdad
y cielo y mar sólo serán espejos de cristal
y soledad de ti
y soledad por ti
y soledad en mí, sin más

Si tú te vas
si tú no estás aquí
me quedará
iluminar en gris
y sin color
no encontraré matiz
aurora y mar se quedarán en más allá…

Y cada estrella me verá
buscando velas
irrumpiendo en los poemas
en cada letra
gritarle a la esperanza
refugiarse en añoranzas
será mi estela

Si tú te vas de mí,
te buscaré en la noche, en cada flor y así
me buscaré a mi mismo,
porque me quedo en ti…

Me quedo en cada amanecer
de madrugada
cada luna contemplada
y en la mirada que te busca enamorada
de reencuentro ilusionada, risa anhelada

Si tú te vas de mí …
yo no me voy de ti.

(c) José Tapia

sábado, 7 de marzo de 2015

No más heridas

Ésta será mi última voz
no más destellos de color
y el cielo azul absorberá, cada cantar
lo fragmentará
cada nota sobre el mar se lloverá
enmudeciéndome

No más azules por sentir
no más estrellas por vivir
la vida permanecerá, intacta, sí
pero al final
las orillas de este mar se estrecharán
disminuyéndome

Y mi recuerdo entiérralo
no habrá memoria de ésta voz
no más heridas
ni tampoco maravillas que entender
se dormirán también
y el firmamento
con telón dará el inicio de este ser
que se murió de ayer

La analogía se perderá
remo tras remo romperá
y el río implacable vencerá, con realidad
el devenir, en sus ecos la leyenda contará
que sucumbió el cantar

Y a toda luz renunciaré
de lluvia y sombra vestiré
mis sentimientos
deshilados en desiertos dejaré
desvaneciéndose
no habrá versiones
de la luna que re-inventen mi soñar

me dormiré sin mí, me dormiré...

(c) José Tapia

domingo, 1 de marzo de 2015

Entre tu recuerdo y yo


Se sintió entonces devastado, sin ella, sin él en muchos sentidos. Ella había sido todo, había sido alma y esencia, color y gracia, paraje y destino. Con ella había construido caminos, difíciles, abruptos, pero caminos siempre. Nunca supo expresarlo, nunca supo quizás entenderlo, pero ella se convirtió para él en sentimiento único, en trazo inevitable, en guía que controla y define, siempre.

Se dio a ella en muchos sentidos, en aspectos varios, en circunstancias abundantes; creció junto con ella, fue junto con ella, inventó lenguajes, formas estéticas, colores plenos, rasgos individuales, tonos y bases únicas. El matiz siempre fue parte de ellos, nunca el tono absoluto, siempre en variaciones, jugaban entre sí y construían gamas, visos de tonos que sólo corresponden a dos, que sólo dos entienden, que solo dos aprenden al ser creación de sólo dos.

Sus miradas eran sólo de ellos, no había ojo ni oído ajeno que pudiera descifrar mensajes, que entendiera letras y discursos que se dicen con sólo mirar, con sólo existir en el otro. Así, surgieron melodías, frases eternas, códigos sólo de dos, un existir para dos.

La circunstancia genética de ella o los malos hábitos de salud, o una mezcla de emociones mal manejadas, por ambos, o el errar médico, quién lo sabe, provocaron el deterioro de ella, minaron su salud y con ello extinguieron para él alientos, figuras que antes eran deleite se convirtieron en escaso vivir.

Durante meses él se dedico a vivir, a acostumbrarse a este andar sin ella; el trabajo, la familia llenaron ciertos huecos, pero los vacíos esenciales permanecieron allí, acechantes a surgir en cuanto la debilidad se manifestara. Aparecieron entonces, obsesiones antiguas cobraron vida, sin sentidos añejos se convirtieron en protagonistas de vida. Ayudas externas y especializadas hicieron lo suyo, atendieron llamados y lograron disminuir impactos; lo que antes se manifestaba en angustia extrema ahora sólo permanecía allí, delineado en su mente, en su alma, pero sin manifestaciones excesivas. Comenzó a vivir entonces en el límite, sabiendo controlar excesos pero sin saber apagar pensamientos.

Surgieron también otras voces, voces apenas propias pero voces. Voces que daban esperanza, que delineaban parajes, que, quizás, soportaban existencia. Pero su voz interna sabía que aunque era válido aferrarse a las mismas, no había en las mismas elementos de apego, no había en ellas ni los componentes ni los valores que él precisaba. Eran refugio único sin embargo y así, continuó ligado a ellas, con ataduras muy tenues, apenas visibles, pero sostenedoras de sentido.

Se debatió entonces entre su esencia y la búsqueda externa, entre lo que realmente le daba coherencia humana y las manifestaciones en las que nunca supo aparecer, en las que el sutil saber de existir le permitían estar, pero no permanecer. Eran ésas, reuniones con afecto, sí, con una cordialidad que él reconocía, pero sin los vuelos, sin los sueños que él, sólo él y ella, sabían emprender, al menos para si mismos.

Esa búsqueda lo llevó a manifestaciones externas diversas: personas con las que tejió cierto grado de afinidad, familiares con identificación cercana, cursos, clases de lenguas, reuniones, e incluso películas y lecturas que nunca fueron las suyas. En todo ello buscaba aberturas, promesas de vida calma, de soledad acompañada, de, quizás, sonrisas compartidas. Había distracciones entonces, atisbos de sociedad que lo procuraban y que él procuraba. Pero, la esencia permanecía sin salir, sin emerger hacia otro porque el único otro en el que encontraba cabida, ella, no estaba más.

Al no cristalizar búsquedas, la tristeza, la soledad, la angustia y la depresión fueron apareciendo en ciclos; ires y venires alternados que él combatía con estoicismo, con un espíritu que, más que forjado, proviene de esencias humanas, de códigos genéticos que la supervivencia siembra en cada uno... Resistió entonces, embate tras embate, soledad tras soledad, pérdida tras pérdida. Resistió y buscó y rebuscó y en cada atisbo emergía en él la certeza, el sentimiento de no encontrar pares, empates.

Pasaron así días, meses enteros en los que se procuraba a sí mismo, se buscaba en ella en persecución frustrada por definición. Pero, en ese transcurrir se dieron atisbos, brotes de sabiduría que su mente fue registrando de a poco, en dosis pequeñas pero que finalmente probaron efectividad. Había, hasta entonces, buscado fuera lo que sólo en él y ella existían; no tenía sentido escudriñar afuera lo que se tiene dentro; la exploración externa no podía brindar recompensas si lo buscado está en otros ámbitos, en rincones íntimos y propios. No había forma entonces de que lo ajeno se transformara en esencia propia.

Algo comenzó a transformarse en él, todavía no calmo pero sí esperanzado ante el asombro de descubrir algo verdadero dentro, puso en marcha fuerzas y recursos todos. Estaba decidido, resolvería en un día lo que había tardado meses en comprender. Dejaría, aunque  sin aislamientos, de hurgar en otro y se sumergiría en sí mismo, pero sería una introversión diferente a las previas; hasta ahora sus soledades las había vivido sólo en tristeza, en desesperanza, pero ahora, sería una introversión rica, pródiga en descubrimientos y, finalmente, en serenidad.

Decidió tomar entonces un rumbo que, aunque ahora era estrategia obvia, había permanecido alejado de su mente, de sus pesquisas: decidió buscarse y buscarla dentro de sí mismo. Consciente de riquezas internas puso en marcha su propio tratamiento. Se ensimismó durante dos días, dos días en los que apenas escuchó otras voces, circunstanciales todas, necesarias sólo en el acontecer cotidiano. Se refugió en casa y estuvo consigo mismo en esencia alegre, en esa esencia donde ella y él lo eran todo, en esos sitios que ellos visitaban y en los que no importaban profundidades, sólo existires juntos, sólo sonrisas. Miro su fotografía, la fotografía ésa, y otras, en donde la había visto  tantas veces, sumido en tristeza; la miró entonces pero esta vez observó más que ojos y rostro y labios, esta vez logró entrar dentro de esa esencia, traspasó miradas y se refugió en  habitaciones  incorpóreas. Miró sus rostro fijamente hasta que sus ojos perdieron foco, hasta que la visión se desdibujó, cerró entonces los ojos pero continuó mirándola, continuó percibiendo la esencia de ella, toda en él, toda con él. Sintió nuevamente el intercambio sublime que los había caracterizado en sus momentos mejores, detectó nuevamente esas eternidades hechas de instantes y tuvo certeza entonces de que, de ahora en adelante, con sólo pensarla, con sólo cerrar los ojos y evocarla tendría esos vuelos para sí, esos andares para siempre, volvería a sonreír despreocupado, echaría mano de vida y coleccionaría nuevos instantes a partir de la vivencia evocada de instantes pasados.

Se sintió pleno nuevamente y por primera vez desde que ella cayera enferma. Ella que ahora era sólo esencia alegre y profunda, ella que ahora podía estar con él siempre, ella a la que podía sentir cuanto quisiera; sin importar dónde estuviera o en qué actividad estuviera envuelto, bastaría con cerrar brevemente los ojos y allí, aparecería ella, eterna, siempre.

Podía vivir ahora tranquilo lo que le esperara por vivir, nunca más solo, nunca más ausente o triste; lleno sí, pleno también, de ella, de los dos, de lo que siempre forjaron, de lo que siempre sintieron, de lo que entretejieron juntos y permanece inmanente a ambos, a los dos, a ellos dos, siempre. No más preocupaciones, culpas o añoranzas, no podría ahora añorar lo que ya tenía, lo que le pertenecía para siempre, eso que nada ni nadie puede arrebatar porque es luz eterna, llama vida y perenne, fuego que prende y alimenta.


“Uno en dos”, siempre lo decía, lo había repetido intensamente sin comprenderlo en realidad, pero ahora la verdad se hacía presente, eran uno en dos y en uno a la vez, el uno en la otra y en espejo, mezclándose, confundiéndose; una esencia única que no se separa más, que fluye junta porque una es, porque ente único es. Ahora, él era ella y ella en él; finalmente lo tenía todo...