sábado, 3 de enero de 2015

Casi 8 ¿Por qué?

Es día primero.  Anoche, antes de la cena, intercambié algunas pocas (realmente muy pocas) llamadas, de ésas que suelen darse en estos días: mensajes de aliento, de buenos deseos, de esperanza. Un ritual que se torna para mí en el casi sin-sentido.

Como digo, hablé con muy poca gente, entre ellas tus dos hermanas... percibí en sus voces el desconcierto de esta muerte reciente, de esta otra muerte que ahora les llega tan agria, tan demasiado real, tan devastadora. Sus voces son, como siempre, cordiales, empeñosas es la palabra, voces que reflejan tonos de esfuerzo, que dan historias de tropiezo superado, de horizontes buscados.

Yo, me mostré sereno ante sus frases cuyo matiz conozco ya tan bien ... ¿Qué se puede decir ante una muerte? ¿Existe realmente el consuelo transmitido oralmente? No, no lo hay, así, me reduzco en abrazo sentido, enviado.

Pero eso, fue anoche ...

Hoy, sin embargo, el aplomo toma tregua y me desprotege, me traiciona y así, en soledad, enfrento nuevamente (tantas veces ya) el desazón; al recordar la llamada con tus hermanas mi mente pone de nuevo un pie en cada frontera y teje un relato amorfo e inquietante. Sí, me inquieto al recordarte y me pregunto : ¿Por qué no les pregunté a tus hermanas por ti? ¿Por qué si sé que has regresado, no hice la pregunta obvia? ¿Por qué si has vuelto no estás conmigo? ¿Por qué te sigo sintiendo tan triste, tan lejana, tan confinada en un espacio que te era propio pero que íbamos a desdoblar juntos?

La inquietud se me convierte entonces en acción y en irreflexión cruzo frontera, no, descruzo, no, no es real, es imposible, me digo, me confirmo, me atormento; pero la promesa es dulce y vuelvo a cruzar entonces y realizo nuevamente una llamada que tiene un solo objetivo: tu voz, la cual escucho. Un "hola" tan tenue, tan terriblemente sofocado ... pero sé que eres tú, reconozco el acento sin importar en qué frontera me encuentre, simplemente lo sé.

Pronuncio tu nombre y antes de iniciar mi guión concebido de preguntas veo, sí, te veo desvanecer; permanezco de este lado y observo tu rostro y parte de tu cuerpo en ropas de poca luz: entras en azules profundos y te vas, te vas nuevamente sin ser asida ... Veo las dos partes de la frontera y sé, tomo conciencia aún en el lado transfigurado: no estás.

Una voz me confirma, algún familiar tuyo me refiere que te has ido ¿A dónde? pregunto calmo, me repite el nombre de un sitio que desconozco y trata de resolver mi interrogante con referencias que me son ajenas, ya no lo escucho...

Es tiempo casi 8 y la seducción termina, es lado real, ya.


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