DIOS: Sí, lo sé, hay aspectos sueltos en su naturaleza, pero
eso no significa que puedas aprovecharte de esas flaquezas para generar tanto
conflicto, el hecho es …
SATÁN: El hecho es que más que un rebelde soy un descubridor, un
detector de fallas, y por eso te molestas tanto. He demostrado tus fallas en la
famosa creación; no lo niego, el cuerpo humano es fascinante, como el del resto
de los animales que creaste, los vegetales, minerales, desiertos, playas,
planetas … todo es digno de alabanza. Pero ante tal perfección, es francamente
asombroso cómo dejaste cabos sueltos en el ser humano, en su alma, su empeño y
su conciencia. Me pregunto, ¿por qué no los hiciste como los peces? Habría paz,
tranquilidad y sólo se atacarían y destruirían por naturaleza, no por deporte,
dime ¿por qué?
DIOS: Tocaré ese punto, pero no desvíes el tema central. Es
decir: tu aprovechamiento de flaquezas para tejer enredos, para forjar
entrecruces que ya se volvieron imposibles de solucionar. Yo y sólo yo tengo
injerencia en lo que yo creé, ¿a qué principio te sujetas para instigar y poner
sebos antes seres menores que apenas han logrado crecer?, ¿a partir de qué te
conviertes, como tú dices, en el descubridor de mis fallas? ¿por qué en lugar de
descubrirlas no las obvias y trabajas, como lo ordené, en sobreponerlas?. ¡No!,
el tema no son mis fallas –si las hay-, el tema es tu atrevimiento, tu rebeldía
aunque la disfraces de descubrimiento, tu desviación de lo que claramente
solicité, tu ayuda en mi plan original, no tu iniciativa atroz.
SATÁN: Debiste haber trabajado ese día siete. No me culpes ahora
de haber sido laxo y no determinado, no soy yo el provocador de flaquezas, soy
un simple lente que las magnifica quizás, pero no su creador; su creador eres
tú, como de todo lo demás. Faltaba ese día para pulir al engendro.
DIOS: ¡Calla! No tienes el fundamento para enarbolar tales
hipótesis. No conoces el plan, el guión divino que define cada etapa, cada
ciclo humano. ¡No lo conoces, nadie lo conoce!
SATÁN: Quizás, pero ¿quién si no tú concibió ese guión tan
débil? ¿Quién, si no tú dejo vacíos enormes? ¿Quién, si no tú debió prever que
un ángel como yo podría levantar piedras, cavar hoyos y dejar emerger males y
pecados? Insisto: no soy creador ni provocador, sólo descubro.
DIOS: Las debilidades y omisiones que tú señalas fueron, por
una parte, diseñadas a priori, establecidas como reto, como camino empedrado
por el cuál el hombre tendría que vagar y superar tropiezos, como prueba de que
ese hombre cuya perfección física señalas, podría ascender peldaños, todos, y
lograr otras perfecciones; hay pruebas de ello, hay hombres que se elevan por
encima de los otros ¡y de ti! y emergen según ese plan, ellos son prueba
divina, con tan sólo uno de ellos se demuestra mi plan, dado que todos son
iguales y por ende capaces de lo mismo.
SATÁN: ¡No, no, no! Esos seres a los que aludes, esas almas
rectas que tanto orgullo te dan no son ejemplo de crecimiento, sino de
sometimiento. De todos ellos, no hay uno solo que sea tan feliz como aquél pez
que nada en ese estanque, como aquélla ave que se convierte en ti y en mí y
engulle el cielo entero.
Sócrates, sentado en una piedra y escuchando apenas esa
conversación ajena, piensa: “¿Es entonces materia de mérito propio, de sufrimiento
pero crecimiento? ¿O bien, de desvanecerse en uno mismo, de irse y quedarse, de
volar y dormir?
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